Ayer, cuando era joven,
el sabor de la vida era dulce como la lluvia en mi lengua.
Bromeaba con la vida como si fuera una partida loca,
de la forma en que la brisa de la noche puede molestar la llama de la vela.
Soñaba un mil sueños,
planeaba las cosas espléndidas.
Por desgracia siempre construía sobre la arena débil y que cambiaba.
Vivía por la noche y evitaba la desnuda luz del día.
Y sólo ahora veo como los años se escaparon.
Ayer, cuando era joven,
tantas canciones borrachas esperaban a cantarse,
tantos placeres caprichosos estaban al acecho de mí,
y tanto dolor que mis deslumbrados ojos negaban a ver.
Corría tan rápido que el tiempo y la juventud finalmente se acabaron.
Nunca me paré para pensar lo que era el sentido de la vida
y cada conversación, que puedo recordar ahora,
se ocupaba de mí, de mí, y en absoluto de nadie más.
Ayer la luna era triste
y cada día loco trajo algo nuevo para hacer.
Utilizaba mi edad mágica, como si fuera una varita mágica,
que nunca vio el derroche y el vacío de más allá.
Jugaba el juego del amor con arrogancia y orgullo.
Y cada llama que encendí demasiado rápido apagó.
Los amigos que trabé amistad parecían alejarse de alguna manera
y me quedo solo en el escena para terminar la obra.
Hay tantas canciones dentro de mi que nunca cantaré.
Siento el sabor amargo de las lágrimas en mi lengua.
Me ha llegado el momento para pagar
por ayer... cuando era joven, joven, joven... joven.