Tiene dieciocho años en su joven piel,
residuos de muñecas, en sus uñas
porque sigue siendo niña
en su cuerpo de mujer.
Vive encarcelada entre los murmullos
de una gran ciudad.
Y, de vez en cuando, llora,
no vio nunca el mar.
Desconoce tantas cosas,
que una noche de éstas
tiene que escapar...
Y voló...
se marchó dejando padres y un cajón
donde guarda cartas de un primer amor,
se marchó llorando sin decir adiós...
Y voló...
se escapó una noche en dirección al sol,
se escapó gritando con su dulce voz:
¡quiero ser eterna, quiero ser canción!
Y cuando la veas dile
que no la guardo ningún rencor,
aunque aquellas cartas
que dejó olvidadas
las haya escrito yo...