"Soy mestizo", grita un pintor de paleta encendida,
"soy mestizo", me gritan los animales perseguidos,
"soy mestizo", claman los poetas peregrinos,
"soy mestizo", resume el hombre que me encuentra
en el diario dolor de cada esquina,
y hasta el enigma pétreo de la raza muerta
acariciando una virgen de madera dorada:
"es mestizo este grotesco hijo de mis entrañas".
Yo también soy mestizo en otro aspecto:
en la lucha en que se unen y repelen
las dos fuerzas que disputan mi intelecto,
las fuerzas que me llaman sintiendo de mis vísceras
el sabor extraño de fruto encajonado
antes de lograr su madurez el árbol.
Me vuelvo en el límite de la América hispana
a saborear un pasado que engloba el continente.
El recuerdo se desliza con suavidad indeleble
como el lejano tañar de una campana.