Un rostro vacío en el cristal de la ventana,
se aclaró en segundos de luz,
desaparece y regresa de nuevo,
contando las horas, buscando por la noche.
Puede que espere por alguien,
puede que esté para que lo veamos,
puede que necesite hablar,
puede que me observe directamente,
en el interior, toca una canción de cuna,
arrastrando su voz sobre llantos infantiles,
en el interior.
Cazando a la soledad a los ojos,
piel cubriendo una cicatriz secreta,
su mano está despidiéndose,
no hay acción o respuesta de regreso.
Hay un profundo prejuicio en mí,
dentro, opaca a toda la razón,
sueños entregados, todos montados por el dolor,
y proyectados, hasta el último.