Aleluya, aleluya,
aleluya.
Desde los cañones de la mente
vagamos y tropezamos a ciegas
a través del a menudo intrincado laberinto
de noches sin estrellas y días sin sol,
mientras pedimos alguna especie de pista
o de camino que nos lleve a la verdad,
¿pero quién responderá?
Dos personas de pie, lado a lado,
jurando juntas, tomadas de la mano,
que el amor está enclavado en sus corazones.
Pero pronto un sentimiento vacío comienza
a abrumar sus vidas huecas,
y cuando busquen los cómos y los porqués
¿quién responderá?
En una colina extraña y distante
un hombre joven yace muy quieto,
sus brazos nunca sostendrán a su hijo
porque una bala, corriendo salvaje,
lo ha derribado.
Y ahora lloramos, querido Dios,
oh, ¿por qué? oh, ¿por qué?
¿Pero quién responderá?
En lo alto de un solitario saliente
una figura se tambalea cerca del borde
y multitudes mofándose se reúnen debajo
para incitarlo diciendo "Vamos, hombre, vamos".
¿Pero quién preguntará lo que lo llevó
a este privado día de perdición?
¿Y quién responderá?
Si el alma se oscurece
por un miedo que no puede nombrar,
si la mente se desconcierta cuando
las reglas no aplican al juego.
¿Quién responderá, quién responderá,
quién responderá?
Aleluya, aleluya,
aleluya.
En las habitaciones con cortinas oscuras
la esencia de sándalo impregna
los pensamientos coloreados en cabezas confundidas,
reclinándose en las arrugadas camas de
sueños deshechos que no pueden hacerse realidad,
y cuando preguntemos qué debemos hacer
¿quién? ¿quién responderá?
Bajo el sombrero de un hongo que se extiende
el mundo gira en apatía,
y como escuchado por casualidad, una hilera de esporas
ruge, acallada por discotecas
y si un botón secreto se oprime
porque un hombre ha sido burlado
¿quién responderá?
¿Está nuestra fe en cáscaras de nuez
usadas alrededor del cuello, con campanas de iglesias,
o muy dentro de algunas paredes enclaustradas
donde figuras encapuchadas rezan en los pasillos?
¿O en libros que se desmoronan en repisas polvorientas?
¿O en nuestras estrellas, o en nosotros?
¿Quién responderá?
Si el alma se oscurece
por un miedo que no puede nombrar,
si la mente se desconcierta cuando
las reglas no aplican al juego.
¿Quién responderá, quién responderá,
quién responderá?
Aleluya, aleluya,
aleluya.