¡Eh!, que no vale
dejar escapar palabras con la mano.
¡Eh!, estoy tocado y eliminado,
y contaré hasta gastar
tanta y tanta desazón
que no tengo dedos
ni suficiente memoria.
Hasta ocho,
que es lo mismo que el infinito.
¡Venga! dejémoslo,
y dame la mano, que no tengo prisa.
¡Eh!, si te apetece,
bajaremos al parque,
que hay verbena de Sant Drap.
Y en los ojos, miles de puntos,
que crea la luz de las bombillas.
Hay ocho,
que es lo mismo que el infinito.
Todas las canciones,
las serpentinas y aviones,
soplan hacia las ventanas y cortinas.
Y, de par en par,
se despeina mi cabeza,
y todo toma algún sentido
antes de contar ocho.
¡Eh!, baja del nido,
suspira y ríe.
No tengo recuerdos de cada cuarto.
No hay tierra adentro,
ni allende el mar,
sólo calles que hemos ido pasando.
Y el sonido quizás lejano,
quizás apagado, de las ballenas,
por la noche, cuando este piso parece infinito.
Todas las canciones,
las serpentinas y aviones,
soplan hacia las ventanas y cortinas.
Y, de par en par,
se despeina mi cabeza, y todo toma algún sentido
antes de contar ocho.