Horas muertas, noche oscura,
una guitarra trinando,
una mujer cantando
su fado de amargura.
Y, a través del cristal
ennegrecido y rajado,
aquella voz apenada
entristece a los que pasan.
Callejas de Alfama,
calles de Lisboa antigua,
no hay fado que no diga
cosas de vuestro pasado.
Callejas de Alfama,
besadas por la luz de la luna,
ojalá viviera allí
para vivir junto al fado.
La luna a veces despierta
y pilla desprevenidas
a dos bocas muy unidas
en una puerta entreabierta.
Entonces la luna colorada,
consciente de su culpa,
como quien pide disculpas,
se esconde avergonzada.
Callejas de Alfama,
calles de Lisboa antigua,
no hay fado que no diga
cosas de vuestro pasado.
Callejas de Alfama,
besadas por la luz de la luna,
ojalá viviera allí
para vivir junto al fado.
Callejas de Alfama,
besadas por la luz de la luna,
ojalá viviera allí
para vivir junto al fado.