Hacia el norte, hacia el norte, hacia el norte va
el tren nocturno desde el lugar profundo a Moscú.
El guía duerme, duermen los vecinos borrachos,
y yo no consigo dormirme.
Tenuemente brillan las farolas en la calle,
en algún lugar aulla la bocina.
Ya empieza a amanecer poco a poco,
va a ser un día nublado.
Fe, ¡solo me quedas tú!
Fe, ¡solo me quedas tú!...
Como si el amor creciera en un país extranjero,
como algún fruto salvaje.
Lo busca en la lejanía y hasta ahora
una diferente nación temeraria.
Fe, ¡solo me quedas tú!
Fe, ¡solo me quedas tú!...
Fe, ¡solo me quedas tú!
Fe, ¡solo me quedas tú!...
Voy, en el alma esperando a Dios
El tren se arrastra como por el fino hielo.
Si no me vuelvo loco en el camino,
mañana voy a la iglesia.
¡Fe!...
¡Fe!...