Ventanita, ventanita silenciosa,
estás triste y desolada como yo,
ya no asoma en tus cristales la preciosa
compañera que se fue y nos olvidó.
Ya las flores del jardín están marchitas
porque al irse su rocío les negó;
sólo quedan unas cuantas margaritas
que su mano al despedirse las regó.
Con aquellas margaritas, ventanita,
haré un ramo y en tu alero lo pondré,
y en un día no muy lejos, ventanita,
como aquellas margaritas, moriré.
Ya las flores del jardín están marchitas
porque al irse su rocío les negó;
sólo quedan unas cuantas margaritas
que su mano al despedirse las regó.
Sólo quedan unas cuantas margaritas
que su mano al despedirse las regó.