Venderé mis zapatos nuevos
a un viejo maniquí
para ver si se mueve,
si se queda
o si me sigue en el camino.
Venderé mi diploma
a los maestros del progreso
para que construyan un nuevo autómata
que les dé a ellos más riqueza
y a mí el éxito.
A los señores mercaderos de arte
venderé mi locura:
me dejarán un poco al margen,
quien es normal
no tiene mucha fantasía.
Rafael está contento,
no ha cumplido la mili
pero ha viajado y conoce a la gente
y me dice: cuidado
que te quedas fuera del juego
si no tienes nada de ofrecer al mercado.
Venderé mi derrota
a quien necesita
sentirse fuerte
y como un cuadro que está en el desván
le hablaré de mi mala suerte.
Rafael está contento,
no se ha nunca licenciado
pero ha estudiado y sana a la gente
y me dice: cuidado
que te dejan fuera del juego
si no tienes nada de ofrecer al mercado.
Venderé mi rabia
a toda esa buena gente
que quisiera verme en una jaula
y entonces quizá
les parezca divertido.
Cada cosa tiene su precio
pero jamás nadie sabrá
cuanto cuesta mi libertad.