Ve, pensamiento, con alas doradas,
Ve, pósate en laderas y colinas
donde huele la suave fragancia
la dulce brisa de la tierra natal!
¡Las orillas del Jordán saludan,
de Sión las las torres destruidas!
¡Oh, patria mía, tan bella y perdida!
¡Oh, recuerdo tan querido y desdichado!
Arpa dorada de profetas fatídicos,
¿Por qué muda de los sauces pendes?
Reaviva los recuerdos en tu pecho,
¡y cuéntanos sobre los tiempos pasados!
Recordando el destino de Jerusalén
toca el sonido de un triste lamento,
que te inspire el Señor un canto,
que infunda valor al sufrimiento.