1
¡Silencio a los dioses, a todos pido,
a los grandes o humildes hijos de Heimdall!
Quieres, oh Valfödr que yo bien cuente
mis primeros recuerdos de antiguos dichos.
3
No había en la edad en que Ymir vivió;
ni arenas ni mar, ni frescas olas,
no estaba la tierra, ni arriba el cielo,
se abría un gran abismo, ni hierba había.
57
El sol se oscurece, se hunde la tierra en el mar,
se agitan del cielo las brillantes estrellas;
surge vapor furioso, el fuego se alza,
y llega el calor hasta el mismo cielo.
45/47
Surgirán entre hermanos luchas y muertes,
cercanos parientes discordias tendrán,
un tiempo de horrores, de mucho adulterio,
de hachas, de espadas -escudos se rajan-;
los lobos anunciarán el derrumbe del mundo,
ningún hombre se respetará entre sí.
44
El fresno Yggdrasill, el viejo, tiembla,
gime el gran árbol, y el gigante se suelta;
tiemblan todos por la senda de Hel,
que el pariente de Surtr luego devora.
59
Pero veo que luego de nuevo el mundo
resurge del mar con perenne verdor;
bajan cascadas, por altas cumbres
el águila vuela y peces atrapa.
64
Veo una sala más bella que el sol,
en Gimlé se alza, con techo de oro;
morada será de las gentes de bien,
que allá gozarán hasta el fin de los días.
65
Entonces de arriba viene a juzgar
el fuerte y glorioso, quien todo lo rige.