Era feliz en su matrimonio,
aunque su marido era el mismo demonio.
Tenía el hombre un poco de mal genio,
ella se quejaba de que nunca fue tierno.
Desde hace ya más de tres años
recibe cartas de un extraño,
cartas llenas de poesía,
que la han devuelto la alegría.
¿Quién la escribía versos? ¡Dime quien era!
¿Quién la mandaba flores por primavera?
¿Quién cada nueve de noviembre,
como siempre sin tarjeta,
la mandaba un ramito de violetas?
A veces sueña y se imagina
cómo será aquel que tanto la estima.
¿Sería un hombre más fiel de pelo cano,
sonrisa abierta y ternura en las manos?
No sabe quien sufre en silencio,
quien puede ser su amor secreto,
y vive así de día en día
con ilusión de ser querida.
¿Quién la escribía versos? ¡Dime quien era!
¿Quién la mandaba flores por primavera?
¿Quién cada nueve de noviembre,
como siempre sin tarjeta,
la mandaba un ramito de violetas?
Y cada tarde al volver su esposo
cansado del trabajo la mira de reojo.
No dice nada porque lo sabe todo,
sabe que es feliz, así de cualquier modo,
porque él es quién la escribe versos,
él, su amante, su amor secreto.
Y ella que no sabe nada
mira a su marido y luego calla.
¿Quién la escribía versos? ¡Dime quien era!
¿Quién la mandaba flores por primavera?
¿Quién cada nueve de noviembre,
como siempre sin tarjeta,
la mandaba un ramito de violetas?