“Yo también comencé a soñar junto a ellos,
luego el alma de repente levantó el vuelo.”
De chico, espiar a los chicos jugando
al ritmo torpe de tu corazón enfermo
y entonces te dan ganas de salir y probar
qué es lo que te falta para correr al césped
y te aguantas las ganas, y te quedas pensando
cómo diablos consiguen recuperar el aliento.
De hombre, darse cuenta del tiempo perdido
en hacerte contar la vida por los ojos
y nunca poder beber de la copa de un trago
sino a pequeños sorbos interrumpidos,
y nunca poder beber de la copa de un trago
sino a pequeños sorbos interrumpidos.
Sin embargo una sonrisa yo la regalé,
y todavía regresa en cada verano suyo,
cuando yo la guié o tal vez fui guiado
a contar sus cabellos con las manos sudadas.
No creo que le pedí promesas a su mirada,
no me parece que elegí el silencio o la voz
cuando mi corazón se aturdió y ahora no, no recuerdo
si fue demasiado pasmado o demasiado feliz,
y el corazón enloqueció y ahora no, no recuerdo
por cuál horizonte se esfumara la luz.
Y entre el dulce espectáculo de la hierba,
entre largas caricias terminadas en el rostro,
aquellos muslos suyos color de nácar
tal vez permanecieron una flor no recogida.
Pero de que la besé, esto sí, lo recuerdo,
con el corazón ya sobre los labios,
pero de que la besé, por Dios sí, lo recuerdo
y mi corazón se le quedó en los labios.
“Y el alma de repente levantó el vuelo
pero no me siento como para soñar junto a ellos,
no, realmente no puedo soñar junto a ellos.”