Esa tierra encima de sus manos
es como harina, como pan,
es de acontecimientos campesinos,
de murallitas y de fuentes.
Tienen niños que criar,
esas ocupaciones cotidianas,
la paciencia que el tiempo sabe dejar.
Llevan consigo sus penas,
en el silencio de sus venas
un río desborda sus crecidas.
El sol se alza por allí,
una hora antes que la vida,
una hora previa a sembrar.
Si cualquiera viene a llamar,
en su casa
hay un fuego para calentar.
Son humanos,
humanos,
sólo humanos,
humanos,
también yo,
también yo.
Tienen la piel algo morena,
con manchas húmedas y de polvo.
El amor criba su arena
cuando la noche viene a traicionar,
que no hay palabras para expresar
tanto que el alma sabe
si un cristiano acaba de morir.
Tienen esa fe
que los empuja a caminar.
Son humanos, humanos,
sólo humanos, humanos,
también yo,
también yo,
también yo...