Tú, que navegas a merced del viento
sin otra ruta que lo que se desea,
tú, que tienes por mapa el firmamento,
ven a descubrirme aunque sea una vez.
Y háblame de los viajes que no hago,
de los mundos rutilantes que entreveo.
Y tráeme mares de miel en tu abrazo,
polvo de oro viejo en tu beso.
De ti no espero amarras ni promesas,
libre es como te quiero en este muelle
hasta que un día en mí no amanezcas
y te hagas a la mar una vez más.
E incluso en esa hora de perderte,
sabiendo que la magia se deshizo,
¡habrá valido la pena conocerte
y deslumbrarme al menos una vez!