Podrías haber sido la primera
en encontrarse conmigo
y terminar siendo una esposa abandonada y desasosegada.
O resignada, silenciosa, apagada,
como con una herida de cuchillo desapercibida.
Podías haber sido la siguiente, encontrada después
en algún asunto complejo del que fueras conocedora.
Y podrías no estar sola
y sabrías muchas cosas, pero no amar.
Podrías haber sido algo accidental, por último,
y dar a los niños un triste destino sin padre.
Y no vivir, sino extenuarte, maldecir la suerte,
esperar a que se rompa cualquier cosa en tu interior.
Así que echar lágrimas sin motivo no tiene sentido.
Hasta qué año hemos sacado billete,
eso nadie lo sabe: alégrate, reza,
para que nuestra vida eluda las mayores desgracias.