Cuando me pongo a soñar
recuerdos de la niñez,
a la que a mí me dio el ser
no me canso de besar.
Y siento que el corazón
se me queda en su regazo,
cuando yo abrazo a mi madre
y ella devuelve el abrazo.
Tres amores tengo,
uno, dos y tres.
Todos diferentes,
todos de mujer.
Y si uno me llama,
los otros también.
Uno el de mi madre,
otro es el de mi mujer,
y otro el de mi hija.
¡Qué suerte tener los tres!
Cuando yo quiero besar
con un ardiente querer,
mi esposa es el manantial
donde se calma mi sed.
Y es tanta la sensación
de cariño y de ternura,
que mi sangre, como un río,
se desborda con la suya.
Oigo a mi hija reir
lo mismo que un cascabel,
y un sentimiento feliz
inunda todo mi ser.
Y siento que la ilusión
de atraerla hacia mi pecho,
es el regalo más grande
que el cielo pudo haber hecho.