Si te gustan las tardes de lluvia
Hijo mío, hijo mío
Las callejuelas de Italia
Y los pasos de los viandantes
La eterna letanía
De las hojas muertas en el viento
Que lanzan un último grito
Grita, hijo mío
Si te gusta el cielo despejado
Hijo mío, hijo mío
Bañarte a medianoche
En el gran océano
Si te gusta la mala vida
Tu reflejo en el estanque
Si quieres a tus amigos
Cerca de ti, todo el tiempo
Si rezas cuando cae la noche
Hijo mío, hijo mío
Si no llevas flores a las tumbas
Pero quieres a los ausentes
Si tienes miedo de las bombas
Y del cielo demasiado grande
Si hablas a tu sombra
De vez en cuando
Si te gusta la marea baja
Hijo mío, hijo mío
El sol en la terraza
Y la luna bajo el viento
Si se pierde a menudo tu rastro
En cuanto llega la primavera
Si la vida te sobrepasa,
Pasa, hijo mío
No es culpa tuya
Es tu herencia
Y será aún peor
Cuando tengas mi edad
No es culpa tuya
Es tu carne, tu sangre
Habrá que hacer algo con eso
O mejor, sin eso
Si olvidas los nombres
Las direcciones y la edad
Pero casi nunca el sonido
De una voz, un rostro
Si te gusta lo que es bueno
Si ves espejismos
Si prefieres París
Cuando se aproxima la tormenta
Si te agrada el gusto amargo
Y los inviernos muy blancos
Si te gustan las últimas copas
Y los misterios inquietantes
Si te gusta oler la tierra
Y que surja el volcán
Si tienes miedo al vacío
Desaloja, hijo mío
No es culpa tuya
Es tu herencia
Y será aún peor
Cuando tengas mi edad
No es culpa tuya
Es tu carne, tu sangre
Habrá que hacer algo con eso
O mejor, sin eso
Si te gusta irte antes
Hijo mío, hijo mío
Antes de que el otro se despierte
Antes de te deje de lado
Si tienes miedo del sueño
Y de que pase el tiempo
Si te gusta el otoño bermejo
Maravilla, roja sangre
Si tienes miedo de la muchedumbre
Pero soportas a la gente
Si tus ideales se desmoronan
La noche en que cumples veinte años
Si todo discurre
Pero nunca como en tus planes
Si solo eres una piedra que rueda
Rueda, hijo mío