Te vas
saludándome
desde ese sitio que
es un sitio sin ti.
Te vas de aquí
con los ojos brillantes
que lentamente se colorean
con nubes blancas... ah, sí.
Te pensaré así.
Te digo hasta luego
pero sé que es un adiós.
Hay mucho de ti
que aún siento mío.
Si hay un paraíso
ahora estás ahí,
en el cielo de satín,
envuelto así.
Te vas.
Lo haces dejándonos
en ese último latido
que alas adquirió
y aman, aman
desde el último metro.
Te digo hasta luego
y no es un adiós.
Tu recuerdo
ahoga las voces.
Deja el recuerdo
de tus consejos
que ahora lamento,
que ahora quisiera.
Plantaré
delante de mi casa
un árbol para ti.
Te digo hasta luego.
Salúdame a Dios
y dile que tú
eres mi amigo.