Un joven caminaba por el bosque
con su aljaba y arco de caza,
escuchó el canto de una chica
y siguió el sonido a las andanzas.
Allí encontró a la doncella,
la cual vivía en el saz. (1)
La llamó mientras lo escuchó
desde un aro de hongos rojos.
"Ven conmigo, mi doncella,
emerge de ese lecho del saz".
Lo miró con serenidad
y solo la cabeza agitó.
"Mírame, un rayo de luz bajo la luna
mírame, no puedo irme de forma alguna,
escúchame, al son de la canción en el bosque,
no me pidas seguirte a donde me guíes".
Un joven caminaba por el bosque
con una flor y una capa verde,
su amor tenía el cabello cual fuego,
los ojos el brillo de esmeralda verde.
Envuelta en su belleza,
tan joven y tan serena.
Se quedó bajo el saz
y ella le dio la flor amarillo teñido.
"Mujer, mi corazón has cautivado,
ah, sería tu prometido".
Dijo que nunca se casaría con él,
ni de inmediato, ni luego ni pronto.
"Mírame, un rayo de luz bajo la luna
mírame, no puedo irme de forma alguna,
escúchame, al son de la canción en el bosque,
no me pidas seguirte a donde me guíes.
Un joven caminaba por el bosque
con una hacha cual cuchillo, filosa.
"Me llevaré al hada de ojos verdes,
quien será mi esposa,
con quien criaré a mis hijos,
con quien viviré una vida hermosa.
La doncella lloró al escucharlo,
cuando dijo que la liberaría,
tomó el hacha
con la que el viejo árbol derribaría.
"Ahora que tu saz ha caído
me perteneces".
"Mírame, un rayo de luz bajo la luna
mírame, no puedo irme de forma alguna,
escúchame, al son de la canción en el bosque,
no me pidas seguirte a donde me guíes".
Lo siguió por el bosque
y se desplomó en la tierra,
había caminado un trecho
desde su natal verde tierra.
Se convirtió en la flor
que florece por un atardecer.
Él no pudo llevarse del bosque
lo que nunca iba a pertenecerle.