Me encantan tus ojos, querida,
su espléndido fuego chisporroteante
cuando súbitamente los levantas
para lanzar una rápida mirada acogedora,
como un relámpago destellando en el cielo.
Pero hay un encanto que es aún más grande,
cuando mis ojos de amor se agachan,
cuando todo se desboca con un beso de pasión
y, entre las pestañas entrecerradas,
veo la tenue llama del deseo.