A la mañana fragante cuando las colinas estaban durmiendo
y la luna ya no quería caer,
silenciosamente obrí la valla chirriante
y puse la bolsa a mi espalda.
La vieja madre iba detrás de mí
sin palabra viendo la tierra.
Ella no podía saber que yo reúno en el alma
y porqué no dije nada desde la noche pasada.
Tan mucho habíamos querido decirnos,
pero hemos olvidado todo.
Cuando habíamos pasado cerca de casa final,
enseguida empecé llorar.
Que lo no vea la vieja madre,
cubrí la cara con mis manos.
En todas partes cerca de mí podía oler las rosas
y era el mayo floreciente.
Y yo no vi ni una sola vez detrás de mí,
de la tristeza no pude decir adiós a mi paisaje.
Sólo prometí a las queridas colinas
que regresare.
Sólo prometí a las queridas colinas
que regresare.