La Parca, quién no me perdonó nunca (1)
por haber sembrado flores en los agujeros de su nariz,
me persigue con un celo imbécil.
Entonces, rodeado de cerca por los entierros,
Creí a propósito de poner al día mi testamento,
De pagarme un codicilo.
Remoja en la tinta azul del Golfe du Lion, (2)
Remoja, remoja tu pluma, oh, mi viejo tabelión,
y, con tu más bella escritura
apunta lo que tendría que suceder a mi cuerpo,
cuando mi alma y él ya no estarán más de acuerdo
Que en un único punto: la ruptura.
Cuando mi alma habrá tomado su vuelo hacia el horizonte,
Hacia la de Gavroche y la de Mimi Pinson(3),
las de los “titis” de las “grisettes.(4)
Que hacia el suelo natal mi cuerpo sea llevado de regreso,
en un coche cama del “París-Mediterránée”,(5)
con última parada en la estación de Sète.(6)
Mi cripta familiar, por desgracia no está muy nueva,
vulgarmente hablando, está llena a reventar,
y hasta que alguien de ella salga,
se corre el riesgo de hacerse tarde y no puedo
decir a esta buena gente: ¡quitados un poco!
Abrid paso a los jóvenes en alguna forma.
Justo a orilla del mar, a dos pasos del oleaje azul
cavad si es posible un pequeño hueco cómodo,
una buena pequeña hornacina.
Cerca de mis amigos de infancia, los delfines,
a lo largo de este arenal donde la arena es tan fina,
en la playa de la Corniche.(7)
Es una playa donde incluso en sus momentos furiosos
Neptunio no se toma nunca demasiado en serio,
donde cuando un barco naufraga
el capitán grita: "Soy el dueño a bordo!
sálvese quien pueda, el vino y el pastis primero, (8)
cada uno su frasco y ánimo"!
Y es allí que, antaño, a los 15 años cumplidos,
En la edad en la que divertirse solo ya no basta más
conocí el primer romance.
Junto a una sirena, una mujer-pez,
recibí del amor la primera lección,
Tragué la primera espina.
Deferencia mantenida hacia a Paul Valéry (9)
Yo como humilde trovador sobre él remato,
el buen maestro me lo perdona.
Y que al menos si sus versos valen más que los míos,
mi cementerio sea más marino que el suyo,
y no disguste a los autóctonos.
Esta tumba puesta entre el cielo y el agua,
no dará una sombra triste al cuadro,
si no un encanto indefinible.
Las bañistas se servirán de ella como de un biombo,
para cambiar de traje y los niñitos
dirán: ¡guay un castillo de arena!
Sería demasiado pedir: sobre mi pequeña parcela,
plantad, os lo ruego una especie de pino,
pino parasol de preferencia.
Que sabrá proteger contra la insolación,
a los buenos amigos venidos a hacer en mi concesión
Afectuosas reverencias
A veces viniendo de España y a veces de Italia,
todos cargados de perfumes, de músicas, bonitas
El Mistral y la Tramontane, (10)
en mi último sueño derramarán los ecos,
de villanella, un día, un día de fandango,
de tarantela, de sardana.
Y cuando cogiendo mi colina a guisa de almohada
una ondina vendrá gentilmente a dormitar,
con nada menos que un traje.
Pido perdón de antemano a Jesús,
si la sombra de mi cruz se tumba un poco encima,
para un poco de felicidad póstuma.
¡Pobres reyes, faraones, pobre Napoleón,
pobres grandes desaparecidos yaciendo en el Pantheón! (11)
pobres cenizas de consecuencia,
Envidiaréis un poco el eterno veraneante,
quién soñando hace patín en la ola
que pasa su muerte de vacaciones.
Envidiaréis un poco el eterno veraneante,
quién soñando hace patín en la ola
que pasa su muerte de vacaciones...