¿Cómo estás? ¿Qué haces?
¿Por qué estás en este tren?
¿Dónde vas? ¿Con quién estás?
¿Ves de nuevo al que nunca se ríe?
¿Estás bien junto a él?
Duerme aquí si quieres, yo me bajaré en Milán.
¿Quieres café? Vamos, que hay. En el vagón dormitorio no hay ni un alma.
Puedes estar tranquila pero vamos.
Tengo historias que me ocurrieron pero nada serio.
Cierra las cortinas al sol que desciende entre nosotros.
Y tú en el tren que va ahí arriba.
Ahora estás aquí y no sé si es casualidad o no.
Tú allá, yo acá.
El silencio es embarazoso.
Callado yo, callada tú.
Miro mis zapatos pero te besaría.
Tú te acercas y lo haces.
Y como siempre haces lo que quieres
y huele bien, lo sabes,
tu perfume, el olor del humo que tienes.
Y tú en el tren que va ahí arriba.
Me abrazas y ya estás sobre mis
puntos más débiles.
Y tú en el tren que va ahí arriba.
Reabres una historia que
contigo ya estaba cerrada
y luego te vistes.
(Quizá es mejor así... pero sí...)
Quisiera hablarte y recuerdo que
no hay argumento.
Está tu perfume, el olor del humo sobre mí.
Pero tú, en el tren que va ahí arriba,
te miras en el espejo y ya estás lejísimos.
Y tú en el tren que va ahí arriba.
Me preguntas qué hora es,
reabres la cortina y
ya no estás.