La mano que gira el plato, y pasa el decorado.
El movimiento camina y la cabeza recuerda.
Y rueda en la cama el sueño que no hemos dormido,
como flotan las partículas del polvo que no ha existido.
La mano que escribe el trazo como lluvia desde el brazo
Cuando no tengo más palabras, ni nada que decirte.
Y llueven lentamente los pasos que no oyes.
A lugares pasados, futuros y presentes.
Y es que hace un momento
me decías que los pasos se los lleva el viento.
Que en un minuto aquí quizás no queda nada,
Y pensaremos, de hecho, en otras cosas...
Pero es que aún no sé dónde voy,
No sé si es necesario que me quede o que pase de largo,
Que el infinito se escribe con tinta permanente
Que nunca se borra y queda eternamente, ahí,
Perdido en un país del sur-consciente.
La mano que mueve el trigo de un campo que no hemos segado
El movimiento me para y la cabeza me espera.
Y giro sobre el eje de un cuerpo que no existe
Y el sol abriga aún más...
Y es que hace un momento
me decías que los pasos se los lleva el viento.
Que en un minuto aquí quizás no queda nada,
Y pensaremos, de hecho, en otras cosas...
Pero es que aún no sé dónde voy,
No sé si es necesario que me quede o que pase de largo,
Que el infinito se escribe con tinta permanente
Que nunca se borra y queda eternamente, ahí,
Perdido en un país del sur-consciente.
Miro, hacia atrás,
y ya no veo el suelo tras mis pies.
Llueven, llueven mil cerezas
Llueven como goteras del techo que no ves.