Cuando hayamos caminado con los ojos en el cielo
para un día tropezar con la realidad,
olvidando la tierra bajo nuestros pies
por una nube que pasaba.
Cuando tengamos miedo de las tormentas,
de estos sarcófagos ardientes,
temiendo a las sombras cuando llegue la noche
viviendo de lo irreal.
Quién sabe,
¿pero quién puede saber
cuántos veranos infernales
nos quedan por vivir antes del éxodo?
Hemos saqueado, vaciado los mares
y deformado los códigos.
Hemos ignorado la alarma,
las señales anunciadas.
Hemos perdido nuestra alma.
Nos nos queda más que abandonar todo.
¿Qué quedará?
Una vida de piedra
después de tantas vidas
felices sobre la tierra
al igual que vidas rotas
y habrá que marcharnos.
Vientos mortales
queman nuestros hemisferios.
Es el momento para que cambiemos de aire,
emigremos hacia Júpiter
y partamos como golondrinas.
Todos se habían vuelto locos.
Esto es lo que dirán de nosotros.
Escribirán sobre nuestras estelas:
"Su morada era bella".
Y hemos rodado
hasta el fondo de la pendiente.
Nada ha frenado
nuestro descenso.
Vamos a perecer
como las efímeras.
Debemos elegir
el cielo o la tierra.
¿Qué quedará?
Una vida de piedra
después de tantas vidas
felices sobre la tierra
al igual que vidas rotas
y habrá que marcharnos.
La escalera se balancea.
Hay que agarrarla.
El espacio extiende sus cuerdas.
El espacio nos atrae.
Marcharnos.
Sí, habrá que marcharnos.