Cuando ella yace en el deleite somnoliento
del viejo jardín, vibrante de flores y noche,
pasando por la ventana, soy el viento,
y todo es como una brisa exquisita.
Cuando ella duerme y, sin siquiera mencionarlo,
se hunde en las profundidades del olvido...
La abeja soy que clava el lacerante
aguijón - furia y fuego - en su pecho.
La que era todo porte, encanto y belleza
y movimiento suave, se vuelve toda llanto y chillido.
Y yo, causa de su mal, de la dulzura
hago indolentes placeres de pecado,
y Amor - que ha visto, con los ojos cerrados, el combate -
se duerme con una sonrisa extasiada.