Me despido de ti y lo hago sin dolor,
aunque te quiera más que nunca.
Ya sé que se acabó terminaron nuestras charlas
repartiéndonos la culpa.
Me aferré a lo que me diste porque valiente me hiciste
y aunque a veces se nos fuera de las manos,
tú fuiste quien me enseñó a creer en mí
aunque puede que ese “mí” no siempre fuera el acertado.
Me enseñaste a romper lazos que me ataban,
a existir sin que me vieran.
Tú me diste tantas cosas.
Y aunque a veces te fallaran las maneras,
fuiste siempre mi bastón cuando no veía salida.
Unas alas de cartón que nunca vuelan,
pero al menos lo fingían.
Fuiste lo que me faltaba y no te vas porque sobras.
Hoy solo soy el pintor que firma y guarda su obra.
La guardaré en un rincón, el mejor de mi castillo
ese que juntos construimos desde que éramos niños.
Sé que lo entenderás, porque en el fondo lo sabes.
Hoy dejo el surrealismo para pintar paisajes.
Y aunque el envío es urgente, la carta es sin remitente.
Tú me enseñaste a vencer mi timidez.
Tú me enseñaste a mirar a los ojos,
pero fallabas en contar hasta diez
y darte cuenta de que hacías daño a otros.
No pienses ni por un momento
que no voy a echarte nunca más de menos,
pero es difícil que nos veamos
porque ahora vivimos demasiado lejos.
Pero siempre te voy a estar eternamente agradecido
por esas cosas que, sin ti,
yo solo por mi cuenta nunca habría aprendido.
Y sabes muy bien que no es triste
por mucho que sea despedida.
La cura solamente existe si antes hubo herida.
Fuiste lo que me faltaba y no te vas porque sobras.
Hoy solo soy el pintor que firma y guarda su obra.
La guardaré en un rincón, el mejor de mi castillo
ese que juntos construimos desde que éramos niños.
Sé que lo entenderás, porque en el fondo lo sabes.
Hoy dejo el surrealismo para pintar paisajes.
Y aunque el envío es urgente, la carta es sin remitente.