En mi deforme faz,
ni un rastro queda ya
de lo que un día pudo ser ternura.
Tengo un aspecto cruel,
no puedo huir de él.
Hay luz, mas no consigo verla nunca.
Sólo, olvidado,
como el tiempo que pasó de largo.
Sigo despreciado,
condenado, nunca perdonado.
No existe belleza, no queda grandeza
que me hagan cambiar si no puedo amarla.
¿Quién puede ayudarme, quién puede enseñarme
cómo he de ganar su corazón también?
Si no es ella ¡no habrá quién!
Tiempo atrás debí saber todo cuanto pude ser
si yo hubiera sido bondadoso...
No hay pena en el mundo ni mal más profundo
que al fin aceptar que no puedo amarla.
No queda esperanza, no llego a alcanzarla
si no es su amor el que me libere al fin.
Ya que es así y no puedo amar...
¡que el mundo esté sin mí!