Lleva ya casi un siglo
con un nombre en la boca,
y jamás lo pronuncia
delante de la gente.
Es el nombre de un hombre
que bordó como loca
en sábanas de hilo,
apasionadamente.
Cuando llega la noche,
su pesar desemboca
en canción sin palabras,
amarilla y doliente...
Y, en el mar de la espera,
su sonrisa retoca
¡por si acaso aquel hombre
volviera de repente!
Señorita, la llaman
el juez y el escribano,
que conocen sus años
y su pena infinita.
Señorita, el muchacho,
el niño y el anciano,
cuando vuelve de rezos
o sale de visita.
Y al mirar sin anillo
la nieve de su mano,
el pueblo soberano
la llama señorita...
¡Señorita!
¡Señorita!
¡Señorita...!
[Instrumental]
¡por si acaso aquel hombre
volviera de repente!
Señorita, le dice
la gente maliciosa,
al notar su pintura,
apagada y marchita.
Señorita, el cartero
al verla, ruborosa,
preguntar por la carta
que tanto necesita.
Y al mirarse ella misma
tan sola y ojerosa,
con rabia dolorosa,
se llama señorita...
¡Señorita!
¡Señorita!
¡¡¡Señorita!!!