He venido de tierras lejanas
a llevar rosas para tu altar.
Para ti, mi Señora del Cielo:
Guadalupe, Madre de Dios.
Son las mismas de tu testimonio,
que a Juan Diego le diste a llevar
y, tu rostro, en las flores pedía
para el mundo, amor y paz.
¡Aquí estoy, Virgen de Guadalupe!
¡Cerro del Tepeyac, allá voy!
A pedir por los seres que lloran,
por la fe, la humildad y el amor...
Allá voy, mi Señora del Cielo,
a admirar de tus ojos la luz.
El milagro de luz que en ti vive,
Guadalupe, Madre de Dios.
La-ra-la la-la-ra...