Si al menos hubiese un día
lunas de plata gentil
en las alas de una gacela
y después, de su cansancio,
buscase tu regazo
en el vano de tu ventana.
Si al menos hubiese un día
versos de flor tan suave
en ramos con las cerezas
y después, de su otoño,
se diesen al abandono
en los labios, cuando me besas.
Si al menos el mar trajese
lo que dije y se me olvida
en las crines de la tempestad,
las palabras litorales,
las razones iniciales,
todo lo que no tiene edad.
Si al menos tu mirada
se centrara en mí al pasar
como un barco sin amarras,
desde este fado donde me echo,
subiría hasta tu pecho
en las venas de una guitarra.