Aún quedan historias de amor.
Aquí, en la ciudad, están
Vacilantes por la dieta,
Y los verás pasar, otra vez,
Santos sin Iglesia.
Los días pasan sin parar,
Por esas caras sin edad,
Y en su cabeza el verso libre
De un sombrero.
A veces un rayo de sol,
Les presta un poco de calor,
La gente no les quiere hablar,
Gira por no mirar.
Van a explorar una ciudad
Llena de ruido y porquería,
Donde su santidad
Se disfraza de anarquía.
Tienen su código de honor
Saben que héroes no son…
Y vienen y van, santos de ciudad.
Espantapájaros de trapo,
Quietos como están,
Zapatos de almas desatados.
Peregrinos de ciudad.
Si vas, si vas bajo el puente,
Allí encuentras a estos santos.
La noche les encontrará,
Bajo cartones de embalar,
Diarios, sueños, fuego y
Un lecho duro.
Para ellos es un gran hotel,
Y a la luz triste de un farol,
La orquesta y ríos de champán,
Claveles en el frac.
Alguno no despertará,
Como una sombra que se va,
Y mientras la tribu,
Toca fuerte su tam-tam.
Porque es suave y al oído,
Habla Dios a los mendigos,
Nieve, viento y más,
Santos de ciudad.