Al preso número nueve
ya lo van a confesar:
está rezando en la celda
con el cura del penal
porque, antes de amanecer
la vida le han de quitar
porque mató a su mujer
y a un amigo desleal.
Dice así al confesor:
"Los maté, ¡sí señor!
Y, si vuelvo a nacer,
¡yo los vuelvo a matar!"
"Padre, no me arrepiento
ni me da miedo la eternidad.
Yo sé que allá en el cielo
el Ser Supremo nos juzgará...
Voy a seguir sus pasos,
¡voy a buscarlos hasta el más allá!"
El preso número nueve
era un hombre muy cabal:
iba, la noche de duelo,
muy contento en su jacal.
Pero al mirar a su amor
en brazos de su rival,
ardió en el pecho el rencor
y no se pudo aguantar...
Al sonar el clarín
se formo el pelotón
y, rumbo al paredón
se oyó al preso decir:
"Padre, no me arrepiento
ni me da miedo la eternidad.
Yo sé que allá en el cielo
el Ser Supremo nos juzgará...
Voy a seguir sus pasos,
¡voy a buscarlos hasta el más allá!"