En la ciudad de provincias la primavera huele a gasolina,
la gente, aturdida, duerme plácida.
Y se va despejando la neblina sobre la carretera en la que con pintura blanca
escribió algún idiota local:
“¡Buenos días, querida!”
en grandes letras,
“¡Buenos días, querida!”
sin escatimar en blanco.
Y yace la inscripción desierta, como una señal luminosa,
distinguible con la Luna, y las luces vecinas.
La noche se derretirá sin dejar rastro
y seguirá siendo un misterio quién lo escribió,
discutirán los ruiseñores,
que ven perfectamente desde la rama que las marcas son ilegales,
y lamentan que eso molestará a la policía de tráfico.
“¡Buenos días, querida, cariño mío!”
Este bello escrito se ve en tu ventana.
Quizá esta feliz línea se conserve todo marzo,
será para todos como un faro en el camino,
si lo consiente la policía de tráfico.