- Al marcharme, Rosina encarnada
tú decías que a mí me esperabas.
Ahora vengo a casarme contigo
y Rosina, te encuentro casada.
¿No te acuerdas del mantón de grana
que de Africa yo te mandé?
- Sí me acuerdo del mantón de grana
y de otros regalos también.
- ¿Dónde está aquel pañuelo de seda
que de Africa yo te mandé?
Ya que me has olvidado, Rosina,
el pañuelo devuélvemele.
- Ya lo sé que yo a ti te he olvidado,
la culpa mis padres han tenido:
amenazaron con darme la muerte
si volvía yo a hablar más contigo.
- Si tus padres la culpa han tenido,
con la muerte a ti te amenazaban,
ahora vas a pagar tú por ellos
con tu vida, Rosina encarnada.
- Si tú traes puñal de dos filos,
y la muerte me vienes a dar
matarás a una fiel criatura
que en mi seno inocente está.
- Yo no mato a esa fiel criatura
que es un ángel que vive inocente;
cuando nazca y en el mundo exista
a ti sola te daré la muerte.
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Ya dio a luz la Rosina encarnada
a una niña más bella que el sol
y de nombre Rosina la llama
porque su padre así lo mandó.
A los quince días salió a misa
y su novio al encuentro salió:
- Buenos días, Rosina encarnada,
ahora vengo a cumplir mi intención.
- Si tú traes puñal de dos filos
y la muerte me vienes a dar,
ya verás que te llevarán preso
y la Guardia Civil por detrás.
- Yo no temo que me lleven preso.
Y al instante del pecho sacó
un enorme puñal de dos filos
que a Rosina diez veces clavó.
Al oír este llanto tan triste
su marido al encuentro salió:
- Dime, dime, Rosina encarnada,
dime dime quién te asesinó.
- Esta culpa han tenido mis padres
por haberme casado contigo,
por haberme entregado a un hombre
que jamás yo a él no habría querido.
_
Esta carta que aquí dejo escrita
para todas las chicas solteras,
que no den palabra a ningún hombre
mientras tengan el novio en la guerra.