Pero José Gervasio de Artigas soñaba otra cosa:
Ayunos de cuatro mil años
podridos dando su calor
para que al fin el páis creciera
o le salieran como alitas
y diera vueltas sobre el mundo
parase en la voz de Dios
anduviera la pampa como
un cielo al sol de la justicia.
Eh! don José Gervasio eh!
un día se fue para el oeste
con elefantes, animales de presa, jabalíes, búfalos,
mujeres vestidas de rojo,
con pies como patas de perro,
y sus hombres que veían caer las estrellas,
los demás astros cerrarse como un ojo,
o se subían a hormigueros,
comían tortas de algodón,
perdían la cuerdita madre,
¡Fíjese! perdían la cuerdita madre,
y cuervos los ataban a los mal agüeros de la vida.
Porque usted José Gervasio de Artigas soñaba otra cosa.
Porque usted José Gervasio de Artigas soñaba otra cosa.
Pero usted José Gervasio de Artigas soñaba otra cosa.
Pero usted José Gervasio de Artigas soñaba otra cosa.
Una calor interminable
o como un río de valor
con una guirnalda roja,
sin ropas sobre la cabeza
y que del vientre les nacían cañas,
palmeras, lanzas bravas,
espadones para cortar
la mala yerba o deshonor
que les quiso trepar
por el sudado nombre que traían.
Eh! don José Gervasio eh! ¿No es así?
para el oeste se iban todos,
los viejos de bolas resecas,
las viejas sin olor ,
los chicos que malcomían
al pie de las grandes mamas silenciosas,
silenciosas como noche llena de toros,
tropa de pechos clausurados
que cesanteaban al amor.
Querían comer enemigo
¡Fíjese! Querían comer enemigo
y parecían un silencio
que dejaban en el país,
como planeta frío o luna
depositada sobre el piso.
Porque usted José Gervasio de Artigas quiso otra cosa.
Porque usted José Gervasio de Artigas quiso otra cosa.
Pero usted José Gervasio de Artigas soñaba otra cosa.
Cuando el silencio se hizo todo,
se lo vio a don José Gervasio
parado en medio de su gente.
Y el país empezó a volar
como uruguayos por su cara,
o les iba saliendo un cielo
como alitas, como calor,
o una gran vuelta sobre el mundo,
contra la muerte personal,
la poco bella la sabida.
Eh! don José Gervasio eh! ¿No es así?
siempre soñaba de otro modo.
Arregló sus deudas con los
cuatro mil años de hambre humana
que le tironeaban el poncho
y no lo dejaban dormir,
y no lo dejaban comer.
Como un amor o mamas de silenciosas
que lo arrastrasen hacia las sombras hacia el sur.
Que no lo dejaban dormir,
que no lo dejaban comer.
Hacia el sur. Hacia el cordón que les temblaba
como una paloma en el vientre
y de repente se voló
empezó el sol de la justicia.
Porque usted José Gervasio de sol de justicia soñaba otra cosa.
Porque usted José Gervasio de sol de justicia soñaba otra cosa.
Porque usted José Gervasio de sol de justicia de Artigas soñaba otra cosa.
Pero usted José Gervasio de Artigas soñaba otra cosa.
Pero usted José Gervasio de Artigas soñaba otra cosa.