Desde el techo de la terraza, diminuto levanta la cabeza.
Telescopios y un perfecto cálculo de las horas.
Previsiones de acercamiento de un cometa sin viento.
Él espera tan paciente la línea recta de sus ojos.
Llueven decimales que se encienden.
Y por la noche, a doscientos cincuenta mil quilómetros de aquí,
atravesando otros lugares para venir conmigo.
Donde la música de las nubes deja ver el hilo
de partículas quemadas de un deseo.
Desde el techo de mi terraza, diminuta la ciudad.
Diagramas para pensar cómo puede cazar una estrella
y alargar aquel momento tan fugaz como el presente,
tan brillante como el secreto mejor guardado del profesor.
Llueven decimales, mientras cae la noche.
Y por la noche, a doscientos cincuenta mil quilómetros de aquí,
atravesando otros lugares para venir conmigo.
Donde la música de las nubes deja ver el hilo
de partículas quemadas de un deseo.
Oh, constelaciones de soles y truenos
que le hacen interferencias a una caja de cartón.
y con unos espejos bien situados
una espiral centrífuga, un principio de atracción...
A doscientos cincuenta mil quilómetros de aquí,
atravesando otros lugares para venir conmigo.
Donde la música de las nubes deja ver el hilo
de partículas quemadas de un deseo.