Señor, que me miras con el ojo de la luna,
Señor, que me miras a través del sol,
Señor, que eres la muerte y la vida,
las estrellas son Tus lágrimas brillantes;
Señor, que con el viento nos quitas los techos de la cabeza,
que tienes en Tu poder la energía de las olas del mar,
Señor, que tienes en Tus manos el fuego de los incendios,
Te lo he suplicado tantas, tantas veces:
Déjame seguir descansando todavía en la Tierra
antes de ver la luz clara,
antes de presentarme, mudo, ante a Ti,
poniendo en la balanza mis acciones;
Déjame probar aquí el paraíso:
tengo que saber si me gusta
este pedazo de felicidad, qué palabras,
qué gestos Te convencen.
Señor, que conduces la vida por una carretera tortuosa,
Señor, que engañas a los ojos con las apariencias…
Trato de leer el mundo como un libre sagrado
y me tomo la paciencia como modelo.
Igual que todos, quiero vivir mi vida en el esfuerzo
hasta que se pare mi corazón cansado;
pero aunque ya esté agachado hacia la tierra,
no dejaré, no dejaré de suplicar:
Déjame seguir descansando todavía en la Tierra
antes de ver la luz en la oscuridad,
antes de arribar a Tu puerta,
antes de conseguir la paz eterna;
Déjame probar aquí el paraíso,
en esta Tierra que gime de esfuerzo;
un rato en el Paraíso, y después llévame
a Tus salones celestiales.