Canta Nápoles,
Nápoles a suspiro...eh...¡eh!
¿Si tu madre te ha hecho con abundancia,
esta falda estrecha,
tú, por qué la pusiste?
Será el efecto de tu presencia
que, dulcemente, me hace suspirar.
¡Tú, cuando pasas, me haces venir un afán,
aquella boca roja, que gana de bésala!
Tú no lo sabes, pero mi corazón
suspira y hace: ¡Aaaah!
¡Eres una bondad!
Por estos ojos negros el heladero se vuelve loco,
el contador no logra razonar,
y el cantinero, aclarando un vaso,
suspira y hace: ¡Aaaah!
¡Eres una bondad!
No lo ves que el barbero
no enjabona y te mira
mientras el cliente,
de la silla,
salta y dice: ¿Pero quién es?
¡Tú, cuando pasas, me haces venir un afán,
aquella boca roja, que gana de bésala!
Eres una muñeca y toda la cercanía
suspira y hace: ¡Aaaah!
¡Eres una bondad!
¡Aaaah!
¡Aaaah!
¡Aaaah!
No lo ves que el barbero
no enjabona y te mira
mientras el cliente,
de la silla,
salta y dice: ¿Pero quién es?
¡Tú, cuando pasas, me haces venir un afán,
aquella boca roja, que gana de bésala!
Eres una muñeca y toda la cercanía
suspira y hace: ¡Aaaah!
¡Eres una bondad!
¡Aaaah!
¡Eres una bondad!
¡Aaaah!
¡Eres una bondad!
¡Aaaah!