Mi amor se fue a Brasil en ese barco de vapor;
grabó con humo su adiós en el azul del cielo.
Cuando llegó a Río de Janeiro
no me escribió ni una línea:
ya ha pasado un año entero.
Dejó la promesa de una carta de invitación,
en esta barriga dejó una semilla.
La flor nació y quedó espigada,
quiere saber del padre ausente
y yo no sé decirle nada.
Anda perdido entre las mestizas,
mujeres que no saben lo que es el pecado.
Los santos de ésas son más fuertes que los míos
y hacen oídos sordos a las peticiones del cielo.
Ya debe estar por allí, enredado
en un rosario de caracolas que le dejó hechizado.
Mi amor fue recolector de caucho en Pará,
fue arriero en las sabanas de Piauí,
fue lampista en las tierras del Marañón...
Alguien me ha dicho que le vió
un Domingo, haciendo pan.
Mi amor ya tiene un deje brasileño,
les ha puesto azúcar con canela a las vocales,
ya baila forró y se arriesga con la pandereta.
¿Quién sabe? Quizás un día
se arriesga con otros Carnavales.
Anda perdido entre las mulatas,
ya debe estar en otros brazos derretido.
Ya sé que los santos de ésas son milagreros:
bailan con alegría en las tamboradas de los rituales.
Pero tengo la esperanza de que un día la añoranza le gane
y vuelva a mis brazos familiares.
Está en São Paulo y trabaja de teleco,
ya debe tener "doctor" escrito en un diploma...
De noche baila samba en "Ó de Borogodó",
se ha olvidado del Solidó,
ya no llora al oír fado.
No sé que decir... Era tan larguirucho...
Si le veo de nuevo, no le quiero: debe ser un petardo.