En el Rancho Hondo,
más allá del fin del mundo,
donde el dolor y la nostalgia
cuentan cosas de la ciudad...
En el Rancho Hondo,
de mirada triste y profunda,
un moreno1 canta las penas
con los ojos llenos de lágrimas.
Pobre moreno
que, de noche al sereno,
espera a la luna en el sembrado
con un cigarro por compañero.
Sin un gesto,
echa mano a la guitarra
y la luna, por caridad,
viene al patio del moreno.
En el Rancho Hondo,
más allá del fin del mundo,
nunca más hubo alegría,
ni de noche ni de día.
Las arboledas
ya no cuentan más secretos
y la última palmera
ya murió en la cordillera.
Los pajarillos
se hibernaron en los nidos,
de tan triste, esta tristeza
llena de tinieblas la naturaleza.
Todo porque,
sólo por causa del moreno,
que era grande, hoy es pequeño
para una casa de paja2.
Si Dios supiera
de la tristeza allá en la sierra,
mandaría para allá arriba
todo el amor que hay en la tierra.
Porque el moreno
vive loco de nostalgia,
sólo por causa del veneno
de las mujeres de la ciudad.
Él, que era
el cantor de la primavera,
y que hizo del Rancho Hondo
el cielo mejor que hay en el mundo.
Si una flor se abre
y el sol la quema,
la montaña la va helando,
recuerda el aroma de la morena.
1. Nombre eufemístico para los hombres de raza negra2. Vivienda campesina típica con paredes de barro y techo de paja