No conozco el mar
pero, si es su verde
como el verde nuestro
del cañaveral,
y si allá no alcanzan,
como aquí, los ojos
a ver el final
y se siente, entonces,
una angustia extraña
por su inmensidad.
Sí conozco el mar...
Sí conozco el mar...
Sí conozco el mar...
Cuando, por las tardes,
llega el viento Sur
y empieza a soplar,
y a mí me parece
que se llena de olas
el cañaveral,
desde la montaña
donde me cobijo,
digo mi cantar...
¡Digo mi cantar...!
No conozco el mar
pero, si es su verde
como el verde nuestro
del cañaveral...
Sí conozco el mar...
Sí conozco el mar...
Sí conozco el mar...