Podría estar horas y horas aquí
acariciando
tu boca y tus pómulos
sin siquiera hablar,
sin escuchar nada más que
tu respiración crecer,
sin sentir otra cosa que nosotros
nada más que nosotros.
Podría estar parado, inmóvil
solo junto a ti
mirando tus párpados
cerrarse a cada paso
de mi mano lenta que se desliza
sobre tu húmeda piel
sin sentir otra cosa que nosotros
nada más que nosotros.
No hay nada en el mundo
que valga un segundo
vivido cerca de ti, que valga un gesto tuyo,
o un movimiento tuyo,
porque nada en el mundo
me ha dado nunca tanto
de emocionarme como cuando somos nosotros,
nada más que nosotros.
Podría perderme mirándote
mientras estás durmiendo,
con tu cuerpo que moviéndose
parece que estuviera buscando
también en el sueño aproximarse a mí,
como si fuera imposible
para ti sentir otra cosa que nosotros,
nada más que nosotros.
No hay nada el mundo
que valga un segundo
vivido cerca de ti, que valga un gesto tuyo,
o un movimiento tuyo,
porque nadie en el mundo
me ha dado nunca tanto
de emocionarme como cuando somos nosotros,
nada más que nosotros.
No hay nada en el mundo
que valga un segundo
vivido cerca de ti, que valga un gesto tuyo,
o un movimiento tuyo,
porque nadie en el mundo
me ha dado nunca tanto
de emocionarme como cuando somos nosotros,
nada más que nosotros.