Con pedazos de alegría cotidiana tejes tu destino.
Con nostalgia, ánimo y esperanza compones tu mundo.
En tu ciudad, con casas sin pisos,
juegas con el demonio por el cielo en este infierno
que Dios ha hecho para nosotros.
Quise volar de aquí, volar muy lejos por siempre,
adonde alguien quisiera darme la vida más brillante, más rica.
Desaparecí cientos de veces sin decir ni una palabra
para volver a la poesía de plata,
a la calidez de tus manos y tus miradas.
No quiero nada más, tu corazón es lo bastante para que yo viva,
tu corazón, que me alienta a la lucha cada día,
tu corazón, que sufre y ama apasionadamente,
que late cada vez más y más rápido, más caliente.
En la desolación de los días demasiado pobres
tu voz cordial suena fortísimo,
cada vez más alto, cada vez más fuerte.
Cuando las palabras y los hechos no tienen cara, tú tienes cara.
Donde los caminos se pierden en un desierto confuso, tú sabes el camino.
Puedes calmar cualquier dolor,
iluminar nuestra madrugada eterna
con la calidez de tus manos y tus miradas.
No quiero nada más, tu corazón es lo bastante para que yo viva,
tu corazón, que me alienta a la lucha cada día,
tu corazón, que sufre y ama apasionadamente,
que late cada vez más y más rápido, más caliente.
En la desolación de los días demasiado pobres
tu voz cordial suena fortísimo.
En el drama de sólo los días más pobres
me pones lágrimas en los ojos, lágrimas amargas,
lágrimas de felicidad, cumples mis sueños.
No quiero nada más, tu corazón es lo bastante para que yo viva,
tu corazón, que me alienta a la lucha, a la lucha, a la lucha.
Tu corazón, que sufre y ama apasionadamente
entre lágrimas, cada vez más fuerte.