Dime, río que conozco
como no me conozco a mí,
cuánto dolor va a pasar
hasta que el desamor tenga fin.
Tú ni me oyes, lancero,
por entre valles y montes,
matando la sed al sauce,
lavando el alma de las fuentes.
Vi a mi amor partir
en un convoy de vanidades,
se fue en busca de mundo
en el carrusel de las ciudades.
Donde el vivir es holgado
y dicen no hay soledad,
pero yo, en mi descampado,
no tengo esa ilusión.
Si yo fuese nube blanca
y no un desastre de persona,
me vertía en aguacero
dentro de tu corriente.
Y así corría sin dolor,
sin de mí querer saber
y, como tú, en ese rumor,
amaba sin preocuparme.
Ven río, que se hace tarde
para llegar a lugar desconocido,
derrama por esos montes
que tengo la morada abierta. (bis)