Encontrar tesoros en los bolsillos olvidados
o despertarme cuando aún me quedan horas.
La llave de casa que aparece a la primera.
Un día de verano con agua fresca en la nevera.
Está esperándome el ascensor con una sonrisa.
La multa que no llega y el match en el Tinder.
Los cinco minutos que alargo cada mañana.
Una canción en la ducha bien desafinada.
¡Y ahora es la hora de echar a los monstruos y gigantes!
Serás la voz de ese pueblo que grita,
que se deja la vida, que mira hacia delante.
Serás camino, será miedo diluido entre besos y arañazos.
Seremos el ejército que no quiere guerra,
que cuida la tierra, que endulza el mar.
Seremos el trono que hará despertar
a la rabia del «¡No pasarán!».
Pasar la noche dándole a la filosofía.
Abrir la puerta y escuchar «hola, ¡buenos días!».
Canción que nunca se acaba por la carretera.
Prenderle fuego a medias cerca de la Albufera.
Parar para almorzar, aprobar sin estudiar.
Levantarse tarde y conjugar sin pensar.
Sábado que empieza a la hora de comer.
Domingo de resaca con ganas de volver.
Y ahora es la hora de echar,
¡y ahora es la hora de echar a los monstruos y gigantes!
Serás la voz de ese pueblo que grita,
que se deja la vida, que mira hacia delante.
Serás camino, será miedo diluido entre besos y arañazos.
Seremos el ejército que no quiere guerra,
que cuida la tierra, que endulza el mar.
Seremos el trono que hará despertar
a la rabia del «¡No pasarán!».