Mi hermano era fuerte, rebelde y más guapo que yo.
Teníamos una mujer en común y un carro para tres.
Me hacía conocer gente que luego maldecía.
Me hablaba de estados soberanos y de nuevas familias.
Mi hermano robaba las sillas para estar más alto.
Me decía que llegaría mucha fortuna.
En un pequeño pedazo de tierra mi padre rezaba.
Lo miraba a los ojos y temía haberlo entendido.
Salvo al hombre que toca a mi puerta.
Salvo al hombre que canta en la ventana.
Salvo al hombre que escribe.
Salvo al hombre que ríe.
Salvo al hombre y será un día de fiesta.
Nunca más, nunca más, nunca más, nunca más dolor.
Mi hermano desapareció un bello día
y no dio las gracias.
Ahí está mi madre que todavía lo espera para la hora de cenar.
El no era malo pero tenía un destino esculpido.
No lo busco porque si lo encuentro lo mato yo mismo.
Salvo al hombre que toca a mi puerta.
Salvo al hombre que canta en la ventana.
Salvo al hombre que escribe.
Salvo al hombre que ríe.
Salvo al hombre y será un día de fiesta.
Nunca más, nunca más, nunca más, nunca más dolor.
Tú que me miras a mí, piensa en mirarte.
Déjame vivir, nadie puede juzgarme.
Tú que me miras a mí, piensa en mirarte.
Déjame cantar, esta es sólo una canción.
Bajen los ojos cuando se encuentren frente a un espejo.
Todo lo que no se puede esconder
alumbra como la luz del sol.
Que tire la piedra quien no tenga pecado.
No hay condena, no hay condena.
He visto el mundo de cabeza.
La oveja coja seguir al lobo.
Salvo al hombre que toca a mi puerta.
Salvo al hombre que canta en la ventana.
Salvo al hombre que escribe.
Salvo al hombre que ríe.
Salvo al hombre y será un día de fiesta.
Nunca más, nunca más, nunca más, nunca más dolor.
Nunca más, nunca más, nunca más, nunca más dolor.