Echo de menos el mar,
sus costas queridas
hasta la inmensidad
Echo de menos el monte
que yergue la frente
hacia la eternidad.
Echo de menos disfrutar
de mi libertad,
dos horas de sol,
dos horitas solas
al atardecer.
Echo de menos a la Santa,
esa fe tan grande,
a la gente que canta
y el improvisar.
Echo de menos a aquéllos
que eran muchachos
al tiempo que yo.
las burlas y la risa,
la verdadera amistad,
las tardes en el café.
Echo de menos a todos,
y sé por qué,
a mis paisanos,
parientes o lejanos,
para sentirme bien.
Estoy deseando venir,
romper las cadenas,
reirme en el futuro
y vivir en mi país.